Mis raíces y querencias

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Según Lucía Etxebarría, ” El que lee y escribe nunca está sólo, porque la lectura o la escritura son un diálogo incesante, no sólo entre quien escribe y lee, sino entre quien lee y su propio yo, ese yo al que uno siempre puede aferrarse…”

Cuarenta años: más o menos, ¿el ecuador de nuestra existencia? Muchos recuerdos vívidos están ahí. Muchos otros, dormidos, reaparecen con cosas insignificantes, vuelven a nuestra memoria de la mano del día a día con nuestros hijos. Surge la necesidad de contar, de no olvidar nada, de rememorar para ellos nuestra vida y la de aquellos que nos hicieron ser lo que somos ya: un pozo de conocimientos y vivencias.

Una tierra hermosa y fértil, un pueblín leonés donde las frías aguas de los ríos Omaña y Luna alumbran una única corriente: la del río Órbigo. De sus aguas, de sus valles, de su ribera, de sus gentes y de sus costumbres surgen mis recuerdos y en todo ello se hunden y enmarañan mis raíces. De ahí provengo, de un rincón del antiguo y bello Reino de León. De esa maravillosa tierra me siento y ahí quiero volver cuando me marchite para fundirme y reposar en ella, sin que mi paso por esta vida haya sido en vano.

Cuando nos vayamos para siempre, no moriremos si perduramos en la memoria de otros. Una persona que no deja recuerdos en los demás es un persona que jamás existió.

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