¡Felices Pascuas!

Oí frecuentemente este saludo por Pascua cuando niña y siendo menos niña. Con él vienen a mi memoria el tiempo de Semana Santa, de vacaciones y de reencuentro de las familias en el pueblo. También el olor a incienso y la visita al “Monumento” en la iglesia; la procesión a la ermita cantando el “Rosario de la buena muerte”,  y una vez allí, el cántico de las 5 llagas y otras letanías propias del tiempo de Pasión. No faltaba nadie a la cita del coro: Filomena, Encarna, Teresa, Lola, Jovita, Catalina, Ángeles, Tilina, la ti María, Charo, Titas y Pepi, Araceli, Toña, Paulina, la otra Lola, Leonor, Lucinda, Coles, Felisa,… Al final, nos daba D. Miguel, el cura, las gracias a todos y pasábamos a visitar las tumbas de los seres queridos en el cementerio.

Hoy he recordado uno de los cánticos de las Llagas , porque de las otras mezclo las estrofas: “Por la del costado abierto, que muerto la lanza abrió, sea mi seguro puerto y haced que no tenga yo, que sentir después de muerto”.

(He encontrado un enlace en el que vienen las 5 como las cantamos en mi pueblo, aunque falta alguna más, como por ejemplo la de la frente: http://acacia.pntic.mec.es/jror0018/paginas/llagas.htm )

De aquel tiempo, recuerdo unas carracas de madera que teníamos mi hermana y yo, de unos cuatro palmos de alto, una ancha y otra estrecha, hechas por algún familiar carpintero. ¡Qué estruendosas eran! Nunca más las volví a ver por casa, ¡qué pena! ¡Casi seguro que acabaron en la lumbre, igualito que la rueca y lo que equivocadamente llamábamos “telares”!

Contaba mi abuela que cuando ella era pequeña, había un “oficio de tinieblas” en la iglesia, ya no recuerdo cuándo, sospecho que de Jueves a Viernes Santo, al que críos y mozos llevaban sus carracas y metían tal ruido con ellas con la iglesia a oscuras que ¡miedo daba! El ruido ensordecedor aparecía cuando el cura leía el pasaje bíblico en que se desgarraba el velo del templo y, a continuación, apagaba la última palmatoria, quedando la iglesia a oscuras. En concreto, mi abuela decía que “oíanse los quejidos y lamentos de las ánimas del purgatorio”. Y mi madre dice que aprovechaban para picar con los alfileres que llevaban convenientemente preparados a las mujeres que tuvieran delante!

(Aquí os dejo un enlace por si queréis saber un poco más, es de la página de Ferreras, bien interesante, por cierto:

http://www.ferrerillos.es/oficios-de-tinieblas.html )

Recuerdo también a mi abuelo decirme algo así como que “Dios castiga a quien trabaja en Viernes Santo”. Así estaba yo tal tarde: sentadina tan contenta, cosiendo un trapito para las muñecas a la puerta de la calle, viendo pasar los coches por la carretera y esperando que llegase la hora de los Oficios para bajar por el Camino del Monte al pueblo. ¡Qué pesar me entró cuando mi abuelo me dijo aquello! La impronta que me dejaron la frase y la situación fue que debía obedecer a mi abuelo y no trabajar en ese día, nada de nada. Aparte de los tres días que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. No se me olvida, no. Y siempre me recordaba mi abuelo que como mi padre no hacía caso de ello, siempre tenía algún contratiempo trabajando en esos días de precepto. Oye, que era verdad: o se le averiaba el tractor, o se le rompía el arado… pero ¡qué iba a hacer el hombre, si no le llegaba el tiempo para todo y tenía seis lebreles que alimentar!

Otra cosa que recuerdo son las rosquillas de Pascua hechas por “Manolo y Rosa, los panaderos”, personas tan entrañables de mi infancia. Yo siempre le decía a mi madre que me gustaba más el pan de Manolo, y ella nada, se lo compraba a “Morterina” y a “Cabezorra”, otros panaderos de la Ribera. Por Dios, ¡no había color! Así que yo siempre andaba pidiendo pan a mi abuela del suyo. Desde luego, era el que mejor estaba cuando mojábamos a escondidas una reboja en el cocido, y porque como tenía una miga muy prieta, no se deshacía al mojarlo en el caldo. Muchas veces, cuando acordaba a darse cuenta mi abuela,… ¡los perillanes ya le habíamos dejado los garbanzos sin sustancia para hacer la sopa de fideos!

También recuerdo que el Domingo de Ramos, mis hermanas y yo siempre estrenábamos un vestido hecho por mi madre. Un vestido de tirantes y “nido de abeja”. Y es que de aquella siempre hacía muy bueno por Semana Santa en el pueblo. Y ya se sabía, que ” quien por el Domingo de Ramos no estrena algo, no tiene ni pies ni manos”. ¿De dónde sacaría mi madre el tiempo para hacernos aquellos vestidos a las tres y pantalones nuevos a mis hermanos? Imagino que robando horas al sueño…

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